Educación contra el machismo.

Porque aunque nos cueste creerlo, ese hombre, un día fue un niño; y los niños que tenemos hoy, pronto serán chicos y chicas, serán hombres y mujeres.

Y depende de nosotros, de quienes educamos a esos niños y niñas, de sus padres y madres, que las cosas sean de otro modo.

Podría cargar las tintas contra la sociedad machista y desigualitaria en la que vivimos; contra la herencia recibida de tantas generaciones en las que las cosas se hacían “de otra manera”; contra la publicidad, los medios de comunicación, las políticas económicas y sociales, el mundo de la moda, el cine….. Podría hacerlo y no me faltaría razón.

Pero resulta que la sociedad la conformamos nosotros, y escurrir el bulto entre el imaginario social sólo perpetúa el problema, y si queremos que las cosas sean diferentes nos toca cambiarlas a nosotros.

Nos toca, es nuestra responsabilidad, y hay mucho como educadores, como padres y madres, que podemos hacer:

  • Eliminar los mensajes no tan subliminales que a menudo les enviamos apenas han nacido. Quizás ya no está tan a la orden del día el “los chicos no lloran”; pero se nos escapa a menudo un “Qué bruto es, es que es niño-niño”, como si los niños menos brutos fueran menos niños; o “es toda una princesita”, con el agravante de que lo decimos como cumplido, como si ser princesita fuera lo más.

  • Des-sexualizar la infancia. Me preocupa la tendencia de los últimos años a sexualizar a los niños y sobre todo a las niñas a edades cada vez más tempranas. Fiestas de cumpleaños de maquillaje; mamás que visten a sus niñas como “mini-yos”; niños/niñas que ya en la guardería hablan de quienes son sus novios/novias, evidentemente porque alguien se lo ha preguntado, porque a cuento de qué sabe un niño de tres años lo que significa tener novia ni tiene ningún interés en ello. Respetemos la infancia, demasiado poco dura la ingenuidad y la autenticidad para contaminarla antes de tiempo, sobre todo cuando no están preparados para entender ni capacitados para elegir si quieren asumir esos roles o no.
  • Educación sexual desde la infancia. Paradójicamente nos da pánico hablar sobre sexualidad con los niños. Y afrontar su sexualidad no es sólo esperar a que cumpla 16 años para hablar de métodos anticonceptivos, porque llegaremos tarde. Educar su sexualidad significa enseñarles desde pequeños a conocer su cuerpo, a respetarlo y hacerlo respetar, a respetar el de los demás; enseñarles el valor de la intimidad, del respeto a la suya y la de los demás. Educar su sexualidad es hablar con naturalidad sobre las reacciones del cuerpo, el deseo, el placer y, ¿por qué no?, también sobre las relaciones: sobre el amor, y sobre el desamor sobre todo. Sobre las relaciones sanas e insanas, el respeto, la dominación, los celos, el chantaje… lo que les hace bien y lo que no. Enseñarles que lo que no quieres para ti tampoco es bueno para los demás; pero también que si algo no te hace bien debes eliminarlo de tu vida, en vez de “No llores, te dice cosas feas porque en realidad le gustas”

  • El juego. El juego, los juguetes, los cuentos, los ídolos musicales… todo un mundo simbólico lleno de referentes, de mensajes de nuevo no tan subliminales que van calando en momentos cruciales de su crecimiento. El juego es la actividad más importante en el desarrollo de los niños, y los instrumentos que ponemos a su disposición para ello son responsabilidad absolutamente nuestra. Las historias en las que la protagonista es una princesa fifi cuyo único objetivo en la vida es encontrar un príncipe azul; los videojuegos casi siempre violentos en los que el protagonista es un hombre que soluciona todos sus problemas a mamporrazos o metralleta en mano; las muñecas y cocinitas para ellas; los coches y bricolaje para ellos…. En realidad por aquí apenas hemos avanzado, y seguimos definiendo roles sexistas que condicionan y no respetan la libertad de elección de los niños, y que además intentamos rectificar cuando no se ajustan a nuestra preconcepción.
  • Tolerancia a la frustración. Y de nuevo ésta es una de las claves. Enseñarles a afrontar los problemas, que es normal estar dolidos, tristes, enfadados; que no siempre las cosas salen como nos gustaría, ni las personas son como desearíamos. Que no todo el mundo piensa como nosotros ni quiere lo que queremos nosotros, que las personas a veces cambiamos de opinión. Porque no podremos evitarles los disgustos toda la vida, y si cuando con cuatro años se le muere el pez y corremos a comprarle uno igual para que no se dé cuenta y no sufra, pues cuando tenga 15, además de estar sorprendido por la longevidad del pez, no entenderá por qué esa chica no quiere saber nada de él cuando a él le gusta tanto. No lo entenderá y no tendrá recursos para afrontarlo porque no se los hemos dado ni le hemos expuesto a situaciones en las que pueda aprender a usarlos.
  • Autonomía: La vida excesivamente fácil y cómoda crea personas irresponsables y caprichosas, dependientes, inseguras, sin espíritu de superación, con bajo control de impulsos, y que no conocen el valor del esfuerzo. Necesitamos niños autónomos que serán adultos seguros de sí mismos, responsables e independientes; tres buenos rasgos para la prevención de la violencia y el maltrato.

  • Ejemplo: Evidentemente cómo manejamos nosotros las relaciones en casa condiciona directamente su concepción de las mismas. El respeto a la individualidad, la igualdad, la forma de resolver los conflictos, las relaciones y opiniones que establecemos con las personas del mismo y diferente sexo.
  • Educar sus emociones. Para que las gestionen de forma adecuada, que tengan una autoestima positiva, un autoconcepto realista, que sean empáticos, sepan expresar sus emociones, se preocupen por las de los demás, controlen sus impulsos, sean asertivos, generosos….
  • Valores. Sobre todo el respeto, a uno mismo y a los demás siempre, y la tolerancia como una variante de respeto. Educar en la libertad, libertad para elegir, para decidir, para decir “no”, pero también libertad que termina cuando empieza la del otro.El valor de la amistad, de las relaciones verdaderas, no interesadas ni condicionadas, de la generosidad, la fidelidad, el compañerismo.También la coherencia, ser fiel a uno mismo, actuar en consecuencia, ser valiente cuando una situación lo requiere.
  • Redes sociales y nuevas tecnologías. Aquí la cosa se nos complica, primera generación de padres que debemos hacer frente al uso que hacen nuestros hijos de ellas. Los límites, el sentido común y una relación de confianza pueden ser buenos aliados. Somos responsables y debemos proteger su fragilidad ante todo un mundo de información e imputs que no están preparados para asimilar y en muchas ocasiones ni siquiera para entender, a menudo nos cuesta a nosotros mismos. Podemos enseñarles a proteger su imagen y su intimidad, a interpretar y responder ante determinadas situaciones a ser prudentes, respetuosos, responsables. Los mismos valores que deseamos apliquen en su vida son los que deben regir sus relaciones y contactos en mundo virtual, con el añadido de la peligrosidad de la inmediatez, la sobre-exposición y la despersonalización que suponen las nuevas tecnologías.
  • Implicación y tiempo. Tiempo para conocernos, para compartir y para conversar: para hablar y sobre todo para escuchar. Tiempo para debatir, opinar, analizar juntos los medios de comunicación. Tiempo para establecer una relación de confianza, un estilo de comunicación fluido, un hábito de contarnos las cosas, de saber que nos tienen cerca, que estamos ahí.

Porque como dijo Mandela, la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo.

Porque nuestros niños son los hombres y mujeres que pueden conseguir que no haya “ni una menos”.

Elena Vélez.

 

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