Cuando era niña, los mayores me explicaban cómo no hacía mucho tiempo, en las ciudades, varias familias compartían una sola vivienda. Fue con motivo de la masiva migración del campo a las ciudades siguiendo la estela del boom de la industrialización, corrían los años 60.
Estas familias junto con sus hijos se aglutinaban y compartían morada y esperanzas de un trabajo digno con el que sacar adelante a los suyos. “Compartíamos cocina y puchero”, contaban, “Y el puchero no siempre se ponía al fuego más de una vez al día”.
Bien, me considero el resultado de esa generación, de su batalla Sigue leyendo