Hace unos días me enteré de que la próxima semana el Dr. Howard Gardner da una conferencia en Barcelona. Bien, pues desde el mismísimo instante en el que me apunté -que fue el instante siguiente al instante en el que me enteré- es como si las inteligencias múltiples hubieran decidido evidenciarse continuamente en mi cotidianeidad. Soy consciente de que están ahí, desde siempre, y que se trata de un sesgo en mi atención alimentado por la emoción de la conferencia, cual embarazada que desde el instante en el que se entera sólo ve a compañeras gestantes por doquier.
El caso es que son muchas las reflexiones que me invaden estos días. La primera es sorpresa por lo desapercibida que ha pasado una teoría tan importante, incluso y sobre todo en el mundo de la educación. Pasar de concebir la inteligencia como una, única y unidimensional, a concebir hasta ocho tipos diferentes de inteligencias que todos poseemos en distinta medida lo cambia todo.
El descubrimiento de la teoría del Dr. Gardner me parece equiparable al heliocentrismo de Copérnico: invalida un montón de concepciones vigentes hasta el momento y obliga a empezar a sentar las bases de nuevo, o así debería ser. Concebir a las personas no como más o menos inteligentes, sino como “diferentemente inteligentes” abre todo un mundo de posibilidades a los que nos dedicamos a educar. Requiere un conocimiento muy pormenorizado de cada alumno, ya que no sólo serán catalogados en una dimensión como más o menos capaces intelectualmente, sino que son muchas áreas en las que debemos descubrir sus fortalezas y debilidades.
Al mismo tiempo hace mucho más gratificante y estimulante nuestro trabajo, ya que se trata -más aún en las primeras edades- de descubrir las fortalezas de cada alumno para potenciarlas, ¡¡menudo reto!!
Pero como decía entes, miro a mi alrededor y no veo que esta concepción del niño como “un reto de fortalezas por descubrir” haya calado en el sistema educativo. Todo lo contrario, el currículum se centra exclusivamente en dos de las ocho inteligencias: la lógico-matemática y la lingüística, ignorando todo un 75% de posibilidades de desarrollo. Pero este arcaico sistema educativo cuenta con la complicidad de toda la sociedad, que refuerza y perpetúa viejas creencias, sin abrir los ojos a la realidad. Dejo para otro momento analizar si es un interés mercantilístico el que condiciona nuestro curriculum educativo primando y premiando las áreas más rentables profesionalmente, porque me niego a creer que seguimos apostando por una sociedad de abogados e ingenieros (vayan por delante mis respetos a ambos, por supuesto). Una sociedad evolucionada necesita abogados e ingenieros, pero también músicos, biólogos, pintores, deportistas, fotógrafos, filósofos, diseñadores, ecologistas….. Pero sobre todo necesita personas realizadas, motivadas y libres para elegir su vocación y dedicación.
Afortunadamente somos diferentes, pensamos de forma diferente y aprendemos de forma diferente, nunca mejor o peor, sólo diferente. Y nuestro deber es descubrir y potenciar aquello que mejor hacemos: nuestro ámbito de excelencia, y no obsesionarnos en reforzar los puntos débiles; ya que sólo dando espacio y posibilidades a nuestras fortalezas encontraremos la motivación y autoestima necesarias para afrontar las debilidades. Porque nuestras inteligencias no funcionan independientemente, y si nos sentimos realizados por la satisfacción de haber resuelto bien una tarea relacionada con un área, estamos mejorando también nuestra inteligencia intrapersonal, ganamos autoestima y motivación para afrontar el resto de áreas que nos suponen más esfuerzo.
Decía el maestro Tonucci en una ponencia no hace mucho, que cuando él era estudiante odiaba los binomios, y por el contrario le encantaba dibujar. Como consecuencia se pasó mucho tiempo estudiando binomios que nunca consiguió entender y acabó detestando. El decía que si se le hubiera reconocido y potenciado su faceta de dibujante, seguramente, al sentirse realizado en éste ámbito, habría afrontado los binomios desde otra perspectiva. Por suerte para todos Frato sobrevivió a tan nefasta estrategia de intervención.
Como sociedad seguimos tendiendo a unificar en vez de poner el acento en la diferencia, que es donde realmente se encuentra la riqueza y las posibilidades. Quizás simplemente es por comodidad, es más fácil mantener esta visión unitaria de las personas que arriesgarnos a que algo cambie. Pero como profesionales de la educación debemos ir siempre más allá, y en este caso hace más de veinte años que el Dr. Gardner nos indicó el camino.
Elena Vélez Agustín
Junio 2013